domingo, 6 de diciembre de 2009

Encuentros de Pamplona 1972. Museo Nacional Centro de arte Reina Sofía


La década de los 70 fueron una época convulsa en el mundo. Estamos en los últimos coletazos de la guerra de Viteman y en pleno apogeo del conflicto árabe-israelí. Concretamente en el año 1972, que es el que nos concierne, 11 atletas israelíes son asesinados por el grupo Septiembre negro en los Juegos Olímpicos de Munich. También Irlanda del Norte sufre una masacre importante, la del conocido como Domingo sangriento y poco tiempo después se produce un fuerte golpe de estado en Ecuador.
No todo son conflictos en el panorama internacional mundial en el año 1972; así que cabe destacar que a principios de año, Nixon, presidente de Estados Unidos, ordena el desarrollo del programa espacial de su país. A su vez, el mundo de las tecnologías está despegando a una velocidad muy buena y es precisamente en este año cuando Ken Thompson y Dennis M. Richie inventan un nuevo lenguaje de programación: el lenguaje C y se comercializa la primera consola de videojuegos.
España está todavía en régimen. Quiere alas pero todavía no las tiene. De todas formas hay una ligera apertura de mano del dictador en esa última época, debido a su enfermedad; Franco se estaba muriendo.
3.500 trabajadores de una fábrica de neumáticos van a la huelga y se produce el cierre de la misma. Al cabo de dos meses, dos trabajadores de astilleros son asesinados por la policía en una manifestación por las mejoras salariales. 1972 es el año en que “los saharauis elegirán su destino” y en el que se pone en funcionamiento la central nuclear Vandellós en Tarragona. Diario Madrid, de política aperturista, anuncia la venta de su propio patrimonio debido a los gastos de las acciones legales emprendidas por su repentino e injusto cierre.
A pesar de las dificultades en torno a la libertad que hay en ese momento, en este año en España se celebran eventos culturales importantes como el III festival de teatro en la villa de Madrid, el estreno de la película (mediometraje) de Mercero La cabina, y la reunión de artistas de vanguardia de talla nacional e internacional en los Encuentros de Pamplona.

En estos días del año 2009, el Museo nacional y centro de arte Reina Sofía conmemora los Encuentros de Pamplona con una gran exposición que ocupa gran parte de la tercera planta.
Si bien nosotros cuando asistimos a esta muestra no estamos en las calles de Pamplona, ni en las instalaciones creadas para el evento, ni podemos ver en directo las puestas en escena de artistas y músicos; sí alcanzamos a admirar con perspectiva la fuerza, empeño e ilusión que han puesto todos los participantes en esta iniciativa: los artistas, los comisarios, los financiadores e incluso los espectadores.
Se trata de una amplia exposición que de manera ordenada intenta mostrar con la mayor fiabilidad posible los hechos ocurridos en Pamplona en los días comprendidos entre el 26 de junio y el 3 de julio del año 1972. Para ello, el comisario José Díaz Cuyás, ha reunido fotografías que ilustran momentos concretos de numerosísimas acciones en la calle, de conciertos, de los espacios emblemáticos… ha aportado noticias de periódico, correspondencia entre organizadores y artistas, obras originales, videos de conciertos y audiciones de experimentos sonoros.
El acontecimiento en Pamplona fue una iniciativa totalmente privada. El grupo Huarte era en ese momento uno de los más poderosos grupos de empresas del país y su accionista principal, Félix Huarte quiso de esta manera homenajear y realzar su ciudad natal. Los organizadores fueron el grupo Alea , del que hoy en día apenas se habla. Se trata del primer laboratorio de música experimental en España. Más concretamente fueron Luis de Pablo y José Luís Alexanco que actuaron como mediadores y principales ideadores del proyecto. A estos dos grupos se le dedican las primeras salas expositivas antes de empezar con los encuentros propiamente. Es un pequeño preámbulo para meter al espectador en el contexto.

Estas jornadas de arte tuvieron como coordenadas básicas la vanguardia experimental por un lado y la tradición popular por otro. De esta manera, pudieron disfrutar de conciertos de música tradicional venida de oriente y de las obras que incorporaban nuevas tecnologías como el sonido electrónico a través de la luz eléctrica, por ejemplo, o también de poemas visuales tan innovadores en los 70.
La primera jornada fue, quizá por ser la primera e introductoria, diferente a las demás en programa. Las otras seis tenían un denominador común en la programación matutina, que eran las audiciones de cintas y proyección de diapositivas del arte de los últimos años; proyección en pantalla grande por circuito cerrado de televisión y audición de cintas de las obras plásticas y sonoras generadas por el ordenador. Todo esto seguido de un coloquio diario.
Si menciono esto aquí no es por enumerar sus actividades, sino por resaltar la importancia que le daban los organizadores a las nuevas tecnologías y sus derivaciones artísticas. No solo organizaron muestras con la misma temática diariamente, sino que pretendían hablar de ello en un coloquio diario y sacar las conclusiones oportunas. Esto a mi parecer, es vital para entender la dualidad de las jornadas y a su vez de la exposición que nos toca. Contraponen el arte más experimental y vanguardista del momento, como podían ser la artista performance Esther Ferrer, el rompedor músico John Cage (padrino del evento) o el videoartista Antoni Muntadas, con el más tradicional folklore tanto nacional como internacional. Organizaron conciertos de Txalaparta, también del orfeón pamplonés y su fin de fiesta fue un maravilloso espectáculo flamenco.

Pero ¿Consiguió el grupo Alea la total fusión de esta dualidad y la creación de un certamen cíclico de arte experimental en Pamplona? ¿Lograron el bienestar de artistas, público, políticos y el suyo propio? ¿Lograron crecer como artistas y sacar conclusiones de las nuevas tecnologías ligadas al arte experimental? Por lo que vemos en la exposición de Díaz Cuyás , no lo han conseguido.

En julio de 1997, el Reina Sofía organizó otra exposición recopilatoria de los Encuentros de Pamplona y a la inauguración asistieron algunos de los artistas que participaron. Las palabras de la mayoría eran optimistas y recordaban ese acontecimiento veinticinco años después con perspectiva. Fue un acontecimiento importantísimo y no podía ponerse en duda. Sin embargo, las palabras del organizador Luis de Pablo fueron bien distintas: “Para mí fue una experiencia negativa; fue muy mezquino y triste, con ataques de la extrema derecha y de la izquierda”.
Se trata pues de un ejemplo claro de una de las paradojas vitales más comunes: Puedes poner todos los medios, todo el empeño, el trabajo, la ilusión. Puedes llevarlo a cabo y que prácticamente todo salga según lo previsto; pero si algo sale mal y es un cimiento, un pilar, todo lo demás te parecerá inútil y te llevará a una desilusionada soledad.

En nuestra exposición, la del año 2009, nos perdemos entre las salas. Obras y fotos de obras se acumulan entre documentos, planos y escritos puntuales que demuestran la magnificencia del proyecto de entonces. En ese rotundo caos, vemos la intención clara de mostrar una nueva dualidad; la que se ve después de pasados treinta y siete años: lo genial, majestuoso y bien dispuesto de las jornadas y la problemática organizativa, los conflictos internos y la pesadumbre de las continuas críticas externas.
En la jornada del jueves 29, en la que aparecen dos videoproyecciones del catalán Muntadas, podemos leer en una vitrina tres hojas de correspondencia entre el artista y el grupo Alea. Ellos aceptaban sus presupuestos y le aclaraban que no habría absolutamente ningún problema de espacio para su obra. Agradecían su rápida respuesta y le aseguraban que todo iba muy bien y que el proyecto estaba tomando camino de “convertirse en algo grande”. Esta ilusión del joven grupo lo denotan sus palabras; no hay pegas para el artista, lo quieren allí y todo resultará perfecto.
De hecho, todo estaba resultando perfecto. Pamplona, toda la ciudad, estaba sumergida en una niebla artística. Los espacios eran más que suficientes, no había límites puesto que usaban también la calle. Llaman enormemente la atención las estructuras infladas semicirculares que montaron para crear espacios expositivos y de ocio. Se trata de las cúpulas neumáticas de José Miguel de Prada. Le dedicaron mucho tiempo y trabajo a estas efímeras arquitecturas ya que podemos admirar numerosos planos y fotografías en los distintos momentos de montaje. No se escatimó en gastos, ni en energía de trabajo. Todo estaba resultando bien. Las fotografías muestran un público involucrado, entregado, sonriente. ¿Qué falló?



Los organizadores hicieron un variadísimo programa de 6 días en los cuales, como comenté al principio, se repetían todos los días momentos para el coloquio-debate sobre las nuevas tecnologías y el avance del arte. Esta idea está presente en el momento ya que la exposición muestra numerosos recortes de prensa de época hablando de las tecnologías y de su incorporación en España. Estos debates, al parecer, no fueron demasiado abiertos. Se desviaban los temas hacia los intereses de una minoría y el resto no estaba de acuerdo. Comenzaron las críticas por la falta de comunicación y poco a poco se desencadenó un conflicto que derivó en acusaciones y lanzamiento continuo de críticas que venían de todas partes. De artistas, de comisarios, de políticos, de periodistas…
Hubo otros problemas que también generaron desconcierto e indignación y el comisario lo muestra con recortes de prensa, ya que todo saltó a los periódicos como la espuma: Dionisio Blanco fue censurado y tres artistas retiraron sus obras en solidaridad con él. Chillida, uno de los artistas más prometedores, retiró su obra alegando que ya había autores que expresaban sus ideas. Esto fue debido a una rivalidad personal con otro artista expuesto. Además, tanto grupos de izquierda como simpatizantes del régimen habían hablado en contra de las jornadas y para más INRI la banda terrorista ETA había leído un comunicado declarando su oposición.
Con este ambiente tenso lo que al final resultó en Pamplona fue una gran idea sumida en una amalgama de lucha y desconcierto. Ni artistas ni organizadores sabían qué estaba pasando ni qué hacer.

Las salas ordenadas cronológicamente muestran la obra de los artistas nacionales e internacionales que pasaron por Pamplona en el año 1972; muestran su desorden, muestran el desconcierto, muestran experiencias valiosísimas que se diluyen en un ambiente de caos general. Así es esta exposición. Densa, pesada, muy cansina… pero dejando ese regusto de calidad y emoción que no puedes dejar de ver y que te empuja a seguir indagando. El evento artístico más importante hecho en España y sin embargo del que menos se habla. Un trabajo organizativo de lo más elaborado que termina en decepción.

Fuentes en red:
http://www.abc.es/20091027/cultura-arte/pamplona-reina-sofia-200910271531.html
http://www.elpais.com/articulo/cultura/PABLO/_LUIS_DE_/COMPOSITOR/HUICI/_FERNANDO/MUSEO_REINA_SOFiA_/MADRID/Reina/Sofia/recuerda/arte/radical/Encuentros/Pamplona/elpepicul/19970716elpepicul_7/Tes/
http://www.museoreinasofia.es/exposiciones/2009/encuentros-pamplona.html
http://www.elpais.com/articulo/portada/Lecturas/cubo/blanco/elpepuculbab/20091107elpbabpor_20/Tes
http://es.wikipedia.org/wiki/A%C3%B1os_1970

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